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Jesús Moreno
Miércoles, 18 de octubre 2017, 22:04
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Se revolvió Mata en el área, se hizo hueco y chutó con el alma. El portero rival voló para acariciar el balón lo suficiente como para que éste impactara con violencia en el larguero y volver rebotado de nuevo al campo. Una jugada, que habría servido de inspiración a Tony D’Amato para disertar sobre la delgada línea que separa el éxito del fracaso, es el resumen de un partido, de un liderato, de un proyecto, del éxito o del fracaso. Con ese gol, quizá, ahora yo mismo estaría escribiendo -y aún aspiro a poder hacerlo a lo largo de la temporada- sobre la importancia de coger el maillot amarillo de la liga y, con equipo suficiente que ayude a solventar con éxito las etapas de montaña, alcanzar un ascenso como el que se corona en los Campos Elíseos de París. Sin embargo, esa oportunidad frustrada por el portero, el poste y el azar, esa ocasión desperdiciada a cara o cruz, detiene la lupa -otra vez- sobre la imagen que el equipo muestra cuando se enfrenta a sus rivales lejos de Valladolid. Esa manera tan blanquivioleta de ser el doctor Jekyll en Zorrilla y Míster Hyde cada vez que se presenta en estadio ajeno.
Apenas habían pasado tres días desde que el equipo consiguiera una nueva victoria cimentada sobre una pegada tan demoledora que los seguidores empiezan a verse a sí mismos como aquellos que, en Nueva York, acudían a ver a Tyson sabedores de que el incauto que se colocara delante acabaría siendo atropellado por el ‘Terror del Garden’. Sin embargo, el Real Valladolid volvió a mostrar fuera de casa el reverso tenebroso de sí mismo, su alter ego, su propio enemigo. Un trastorno de la personalidad, de esos que permitirían construir en torno a él todo un tratado de psicología, que le impide ser como visitante el mismo equipo dominador y fiable que deslumbra cuando juega como local. Una suerte de Two Faces, aquel súper villano de Batman que lanzaba un dólar de plata al aire antes de tomar una decisión comprometida, capaz de mostrar el rostro amable o el más siniestro simplemente con colocarse en el perfil adecuado. Dije antes que el domingo pasado salió cruz donde pudo sonreír la fortuna. Lo irónico de ello es que, en Almería, era el Real Valladolid quien figuraba en las dos caras de la moneda.
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