El Norte de Castilla
Real Valladolid

a banda cambiada

Solo se divierte el que gana

Supongo que el triunfo del domingo pasado debería entrar en lo que se conoce como amarga victoria. Supongo. Desde que el árbitro señaló el final del encuentro, las vías de comunicación más comunes entre los aficionados se inundaron de comentarios con cierto poso de amargura y buena dosis de crítica que no deberían haber ido más allá que de recoger la evidencia de que el equipo continúa cosido a retazos, lo que a estas alturas del campeonato recién iniciado no deja de ser normal después de la transformación de cuerpo técnico y jugadores que ha sufrido la entidad.

Por eso resultan un poco excesivos los reproches surgidos a raíz del partido del domingo pasado, mayores incluso que los que se vertían la temporada pasada cuando el equipo encajaba de cuatro en cuatro en cada salida y se festejaba cualquier sufrido empate cosechado de local como el final de la II Guerra Mundial en Time Square, beso incluido. Una postura un tanto esnob basada en ver lo que otros no ven y, a modo de chamanes, anunciar nuevos o antiguos males solo con observar los posos del café o un desajuste defensivo en la zona ancha del campo.

Para nada quiero decir que el equipo no deba mejorar algunas facetas de su juego, pero diera la sensación de que muchas veces pedimos perdón por ganar partidos o estar arriba en la clasificación, como si no fuéramos dignos. Como si el hecho de disfrutar cinco minutos a solas con la tabla clasificatoria, en una suerte de placer casi onanista, fuera a provocar que sobre el Real Valladolid cayese una maldición similar a la de construir un hotel encima de un cementerio indio cuya consecuencia no fuera otra que la de dejar de ganar partidos hasta descender de manera fulminante a Segunda División B.

Más allá del deseo de mejora de un equipo que se muestra endeble en algunas fases de los encuentros, el aficionado no tiene por ello que dejar de sentirse satisfecho de ver a su equipo en los primeros puestos de la clasificación. La afición se ha llevado demasiados sinsabores en los últimos tiempos como para haberse ganado el derecho a ir arrancando hojas al calendario con la ilusión de que cada día que pasa queda uno menos para el ascenso, y a disfrutar de las victorias –lleguen estas como lleguen– porque en fútbol, que decía don Vicente Cantatore, solo se divierte el que gana.