El Norte de Castilla
Real Valladolid

A BANDA CAMBIADA

La pegada

El hecho de anotar un único tanto en los últimos tres partidos ha encendido de nuevo las alarmas entre prensa y aficionados, más proclives por mor de la experiencia a desconfiar de todo aquello que desde el club se está haciendo bien, como si supieran que antes o después aquello se fuera a torcer, y a señalar preocupados la grieta que, en forma de cierta sequía goleadora, se ha abierto en el casco del barco, como si por ahí la nave estuviera abocada al naufragio. «No tenemos pegada», se dice con esa mezcla de resignación y tristeza del que conoce el final de una historia que ya ha vivido otras veces. Como si el Real Valladolid se mostrara como un púgil practicando el boxeo de sombras, peleando frente a un espejo contra un oponente imaginario.

Cierto es que si al gol, como siempre nos ilustra Javier Yepes, se llega a través del juego más que sobre cualquier otra cosa, la pegada –esa de la que según cuentan carece el Real Valladolid– más allá de su eficacia para decidir un partido, otorga un punto de temor reverencial en quien la posee, capaz de provocar en los rivales una sensación similar a la que sentían los protagonistas de ‘Parque Jurásico’ cuando observaban las temblorosas ondas del vaso de agua, o a la que padece el explorador solitario que encuentra, en medio de la jungla, la huella fresca de la pisada de un gran animal.

Y, sin ser todavía preocupante, esa imposibilidad para golpear cada vez que el equipo llega a zona de remate es, sin duda, el mayor debe en la cuenta de resultados del equipo de Rubi que se ha mostrado solvente y sólido en el resto de facetas del juego. A pesar de que el Pucela en estos últimos partidos se ha parecido más a un león afónico o a un gorila incapaz de aporrearse el pecho, su fiereza no radica precisamente en artificiosas demostraciones de fuerza, sino en resultar dominador de prácticamente todas las facetas del juego y avasallador durante espacios de tiempo cada vez más prolongados. Pero si el Real Valladolid quiere hacerse merecedor de disfrutar de veladas en el Madison Square Garden contra aquellos púgiles de los grandes pesos que habitan en la Primera División española, no le va a quedar otra que continuar volando como las mariposas y seguir mejorando su capacidad de picar como las abejas.