Como ganar es lo único que cotiza en puntos, hoy el Pucela sigue arriba tras derrotar ayer al Albacete, colista por merecimiento. El relato podría terminar ahí, si no fuera porque hay que analizar el cómo y el por qué de tan controvertida como justa victoria.
Es obvio que cuando marcas cuatro goles fuera de casa, aunque sea al colista (que también influye), le remontas un resultado inicialmente adverso, y le dejas recuperarse hasta igualar y superarte en la iniciativa, para terminar pidiendo la hora, es obvio –insisto– que algo raro ha tenido que pasar.
Sin embargo, lo de ayer no es algo infrecuente en el fútbol. Todos los que hemos manejado equipos sabemos que existe una figura que se llama falso convencimiento, que consiste en creer que ya está todo conseguido tras hacer lo más difícil, y que, de manera inconsciente, ha llegado el momento de aflojar en el empeño.
Y se afloja en la marca y en la disputa, y se cede terreno para pasar de dominador a dominado. Y el entrenador pasa de esbozar media sonrisa a torcer el entrecejo y a ver las cosas de otra manera. Es el momento en el cual empiezas a desgañitarte porque te das cuenta de que aquello no funciona y, lo que es peor, no tiene pinta de cambiar.
Entonces, los que hemos cometido el error lo sabemos bien, optas por no perder, porque crees tener margen suficiente para ganar.
Y decides quitar técnica y meter músculo, en un intento vano de contener, olvidándote de que se defiende mejor teniendo tú el balón. Aquí, en Valladolid, les ha pasado a Víctor y a Óscar con demasiada frecuencia como para ignorarlo. Ayer le pasó a Xavi Hernández. Y ninguno de los buenos centrocampistas está exento.
En Albacete el equipo, que no jugó nada bien, tuvo el acierto de realizar cuatro contraataques brillantes en ejecución y resultado, y a partir de ahí empezó a jugar realmente con un fuego que le pudo haber quemado finalmente.
La segunda parte y cómo se desarrolla deberían ser objeto de la primera charla semanal. Y en ese ejercicio de aceptar los errores y estudiar los porqués puede estar la solución de futuros problemas.
En este análisis, y en el de evaluar las ganancias obtenidas con los cambios de alineación, si las hubiere. Lo digo por la ausencia de André Leão, hombre fijo hasta ahora, sin motivo físico conocido que lo justificase. Sin él y sin Óscar, Rubio aparte, ayer se notó demasiado.