El Norte de Castilla
Real Valladolid

en blanco y violeta

Seis décadas de fútbol

Si el rey Lear en la obra de William Shakespeare aborrecía el fútbol y lo tildaba de despreciable, a Juan Rey, en mayúsculas y sin ser monarca, le sucede todo lo contrario. En el fondo y por la manera de ser de Juan, una persona amable y dicen encantadora, ante poquísimas cosas manifestaría tal agravio. Desde el 1 de agosto de la campaña 1954-55, Juan es abonado al Real Valladolid. El carné actual porta el número 36. Su segundo apellido es Redondo como el balón. A sus 76 años, sigue perteneciendo a la familia blanquivioleta ya que, en la actualidad y desde hace cuatro décadas, es uno de los delegados de equipo, primero, y luego de campo, de las categorías inferiores.

Si a 60 años viendo fútbol en las máximas categorías le sumamos otros 40 con las inferiores, el resultado es mucho, muchísimo balompié el que ha entrado por la retina de Juan. Tanto que hasta él confiesa no acordarse bien de las fechas: «Esta memoria,–repite–, esta memoria ya me falla».

Para formar el equipo que puede tejer sus mejores recuerdos, Juan alude incluso a campañas anteriores a ser socio. Las fechas las anota un servidor. La 51-52, en la que la defensa blanquivioleta formada por los hermanos Lesmes y Matito era tan infranqueable que se ganó el apelativo de ‘El muro del Pisuerga’ o ‘La zaga mora’, por la procedencia ceutí de sus jugadores. En la delantera, sus referencias llegan desde la temporada 58-59 en la que, con Saso de entrenador, Mirlo formaba con Peiró, Beascoechea y Morollón. Y un poco más atrás, Chus Pereda. El burgalés que fuera luego jugador del Barcelona y seleccionador nacional, llegó cedido ese año del Real Madrid para aportar sus dosis de inmensa calidad.

En la medular sus gustos apuntan al dúo Ramírez y Sanchís (el padre del jugador del Real Madrid), de la 61-62 en adelante. Por razones también de afinidad. «Tuve una buena relación con Sanchís. En la ‘Viña Castellana’ donde está ahora ‘La Criolla’, al lado de la Plaza Mayor, iban a reunirse los jugadores del Real Valladolid porque vivían muy cerca en pensiones. Todas las tardes a mí me gustaba ir y tenía amistad con ellos, sobre todo con Sanchís. Los futbolistas entonces eran más cercanos. No disponían de tanto dinero como ahora. Allí tomábamos un vino y hablábamos de fútbol».

Nacido en Quintanilla de Arriba en 1939, con 12 primaveras Juan Rey Redondo llegó a Valladolid a casa de sus tíos para estudiar e intentar labrarse un futuro. Ya allí le gustaba el fútbol así que lo primero que hizo fue hacerse socio y seguir al Real Valladolid en los desplazamientos. Jugaba además en el equipo de Los Javieres.

Ese fútbol era, según sus palabras, «menos técnico que ahora. Antes se basaba en la fuerza y por las defensas era difícil pasar». Como dice el entrenador del cuento de Vázquez Montalbán ‘En el vestuario’ se apelaba continuamente a la testosterona. Huevos, huevos y más huevos: «Un delantero centro sin huevos es como una tortilla de patata sin huevos», clamaba ese míster ficticio del relato. Ilustrativo.

De delegado del Real Valladolid entró Juan una vez que su hijo Juan Carlos accedió a los alevines albivioleta a las órdenes de Javier Quintanilla. Rey, de nombre futbolístico, llegó a jugar en categoría juvenil, alguna vez con Eusebio Sacristán. Luego el hijo se dedicó a estudiar Derecho y terminó en el CD Universitario, como tantos otros.

A partir de ahí, Juan inicia otro periplo duradero como delegado de equipo. Con un guiño para el desaparecido Joaquin, ‘El Abuelo’, esa excelente persona que derrochaba simpatía con los chavales de las categorías inferiores y se hacía amigo de todos, Juan rememora cómo en infantiles, Ramón Martínez acudía a todos los partidos en los que participaba un jugador diferente. Ese era Onésimo.

Tras bastantes años de desplazamientos y viajes con los equipos de Jesús Gallego o Ángel Velasco, y otros después, Juan decide hace bien poco solo dedicarse a la labor de delegado de campo, faceta que sigue desempeñando en la actualidad. «Me llevo bien con todos los árbitros y esto me sigue gustando. Subo todos los jueves al club para ver en qué partido se necesita estar. Así que estoy de comodín». Aún se acuerda Juan del único percance que ha tenido en esta faceta: «Una vez estando de delegado en un partido en Cristo Rey, jugando como local con el Valladolid contra el infantil del Choco Castillo. El árbitro estuvo mal y les perjudicó en alguna decisión. Con el pitido final, su delegado se fue a por el colegiado para agredirle. Yo me puse en el medio y terminó rompiéndome la camisa».

En lo que respecta a su faceta de aficionado, a Juan le gusta ir al estadio Zorrilla con su hermano pequeño. Antes se sentaban en preferente pero las circunstancias económicas les han llevado a sacar el abono ahora de grada. Es verdad que Juan podría ir a la tribuna con su pase de delegado pero prefiere hacerlo a su localidad. Es desde este prisma desde el que muestra su educada opinión de la plantilla actual: «Pienso que el primer equipo del Real Valladolid debería jugar para que se preocupen los demás de él y no al revés. En este sentido, Rubi creo que es un poco miedoso…. Si soy realista no veo ascenso directo. ¿La promoción? No estamos muy centrados. Tenemos equipo, sí, pero nos falta algo…».

Jubilado hace 12 años de su trabajo de toda la vida en una gestoría, Juan Rey se plantea, con 76 años, su labor en el fútbol y en su doble faceta de delegado y socio hasta que el cuerpo aguante: «Y yo me veo muy bien».