El Norte de Castilla
Real Valladolid

liga adelante

«Planificamos el trabajo semana a semana. Preparar ahora al equipo para el mes de mayo sería irreal»

Julio Hernando, en las gradas del estadio José Zorrilla.
Julio Hernando, en las gradas del estadio José Zorrilla. / Ricardo Otazo
  • El vallisoletano Julio Hernando se ha integrado como preparador físico en el cuerpo técnico de Gaizka Garitano tras dos décadas seguidas en el club blanquivioleta

Julio Hernando Santos (Valladolid, 1971) afronta su vigésima temporada como preparador físico del club blanquivioleta, a caballo entre el primer equipo y el filial, según las necesidades del momento. Actualmente, pone a punto a la plantilla profesional a las órdenes de Gaizka Garitano. Sus dos décadas ininterrumpidas como preparador físico en el seno del Real Valladolid llaman la atención entre sus propios colegas, donde resulta poco frecuente una permanencia tan larga en la misma entidad y con idéntico cargo.

–¿Cómo y cuándo llegó al Real Valladolid?

–Terminé la licenciatura de INEF en la Universidad de Barcelona y volví a Valladolid. Era el año 1996 y, en ese momento, nadie coordinaba las categorías inferiores del club. Echaron a Rafa Benítez como técnico y se quedó el preparador Ángel Puebla con ese cometido. Miguel Hernández, al que públicamente agradezco su apoyo, contactó conmigo. Miguel luego hizo tándem con Puebla en la coordinación de la cantera. Me entrevistó Ángel Puebla y decidieron quedarse conmigo. Comencé llevando la preparación física de todas las categorías inferiores, desde el Infantil hasta el filial.

–No estaba mal para empezar...

–No, desde luego. Comencé a trabajar con Pepe Moré en el Promesas dos años y luego estuve otros tres en el filial hasta que Moré me dio la oportunidad de preparar al equipo en Primera División. Cuando entré en el club, compaginaba esa labor con clases de Educación Física en un colegio. Las tardes las dedicaba a estar aquí. Entraba a las cuatro y me iba a las nueve de la noche. Elaboré un ‘planning’ de preparación para que todos los equipos, desde el infantil B hasta el filial, tuviesen una sesión presencial conmigo. Luego, entró Ramón Martínez, que asumió el trabajó de la cantera como director deportivo. Tuve una conversación con él e incorporamos a otro preparador físico, Diego López, para que se hiciese cargo del cadete hacia abajo. Yo me quedé con los juveniles y el filial. Transcurrieron los años hasta que Pepe Moré, con Santi Llorente como director deportivo, me llamó para que fuese el preparador físico de la primera plantilla, ya que Alberto Giráldez se había marchado al Real Madrid. Fueron Moré y Santi Llorente los que me dieron la oportunidad.

–¿Cambiaba mucho la preparación física de un equipo profesional, ya en Primera División?

–Yo ya tenía una experiencia de cinco años con el filial, que había jugado en Segunda B salvo una temporada. Algunos aspectos variaban, como el trato a los futbolistas profesionales, pero en los contenidos y en el trabajo resultaba muy similar. Yo siempre he intentado reciclarme. Repaso ahora tareas y actividades de hace 18 años, porque guardo todas las sesiones desde que llevo trabajando, y veo un gran cambio. La preparación física ha evolucionado mucho.

–¿Cuáles son las tendencias actuales? ¿En qué ha cambiado fundamentalmente?

–Ahora se mira mucho al trabajo específico del futbolista, a individualizar los entrenamientos, con sesiones más funcionales, donde se trabaja casi a la carta con cada futbolista. Además, el trabajo es preventivo. Antes se hacía poco hincapié en la prevención de lesiones y se trabajaba a nivel grupal. Ahora se divide. Es la diferencia principal desde hace 15 años a la actualidad. El entrenamiento del futbolista está mucho más especializado.

–Volvamos a su carrera. Una vez que el Real Valladolid prescindió de Moré, usted siguió y alternó el primer equipo con el Real Valladolid B. Siempre como hombre de club.

–Sí, continué con Fernando Vázquez y luego ya llegó Kresic que trajo a Zolo [San Román]. Cuando echaron a Kresic, llegó Marcos Alonso y volví a subir. Siempre según las necesidades del Real Valladolid. Desde el principio asumí el rol de preparador físico del club. Otros colegas de profesión prefieren estar con un entrenador definido, pero yo lo tuve claro desde el principio.

–¿Cómo compagina su metodología como preparador físico con lo que le demandan los distintos técnicos?

–En estos 20 años he estado con 14 entrenadores, 14 profesionales diferentes. Entre otros, Sergio Egea, ahora técnico del Oviedo, Javier Clemente, Pepe Moré, Fernando Vázquez, Marcos Alonso, Javi Torres Gómez, Rubén de la Barrera, Onésimo Sánchez, Alfredo Merino, Paco de la Fuente,Javier Yepes en los primeros años en Juveniles... Cada entrenador tiene su forma de ver la preparación física, pero siempre hay un ‘feed-back’ para amoldarse a lo que busca cada uno. Los aspectos técnicos-tácticos deben integrarse en las diferentes tareas. Uno quiere que la defensa juegue más alta y entonces se plantean tareas donde haya más presión. En definitiva, es el entrenador el que marca las pautas, consensuándolo con el preparador físico para la distribución de cargas. Los entrenadores siempre me han dado mucha libertad.

–Por tanto, todo se integra.

–El fútbol también ha evolucionado en este sentido. Todo es uno y en el mismo despacho hacemos análisis globales. Antes, el entrenador llevaba su parcela técnico-táctica y el preparador físico, su tarea algo más aislada. Ahora, todo se planifica al unísono desde el punto de vista físico, técnico y táctico.

–¿Cómo es la coordinación con Gaizka Garitano?

–Nosotros planificamos el trabajo en microciclos, semana a semana. Todos vemos que las planificaciones hay que hacerlas a corto plazo. Sería irreal preparar al equipo, por ejemplo, para el mes de mayo.Pero si alguien va a correr una media maratón es diferente, porque se trata de una fecha concreta con meses para preparar la prueba. Aquí no. Se compite cada domingo para conseguir tres puntos y hay que llegar a cada partido en las mejores condiciones posibles. Eso lo da el trabajo semanal y, con el cuerpo técnico actual, todos aportamos para elaborar las sesiones.

–¿Cómo planifican cada semana?

–Miramos tiempos de trabajo, incidencia a nivel muscular, cardiovascular y qué puede suponer cada actividad. También subjetivamente. Yo trabajo mucho con la escala de Borg, que mide en un baremo del 1 al 10 la repercusión que ha tenido sobre el jugador. Así se obtiene un control sobre lo que piensa el futbolista de la carga que ha soportado en cada sesión de entrenamiento. También empleamos pulsómetros y otros parámetros que nos ayudan a estrechar más la cuantificación de la carga.

–¿Qué sucede cuando llegan refuerzos de última hora fuera de forma?

–Tenemos el caso de Erick Moreno. Yo sigo doblando sesiones con él. Hacemos trabajo de fuerza por la tarde porque se encuentra en un periodo de adaptación, una pretemporada, una fase preparatoria o como quieras llamarlo. Él necesita un volumen semanal superior de minutos entrenados.

¿Hasta cuándo se puede prolongar esta situación?

–Esta semana ya solo hemos hecho una sesión porque le veo mejor. Ahora le falta fútbol. La sesión del miércoles por la tarde [partidillo con el Promesas] se pensó para los jugadores con menos minutos, la gente que no está interviniendo tanto o que ha llegado tarde.

–Recién terminados los partidos, algunos futbolistas efectúan trabajos sobre el mismo terreno de juego. ¿Por qué?

–Para equilibrar las cargas. Si un jugador no compite el domingo, que es su día grande, de máximo esfuerzo, debe compensarlo. En una convocatoria, hay tres jugadores de campo que no disputan ni un solo minuto. Y la idea es que en una sesión tras el partido trabajen la musculatura para que lleguen al siguiente entrenamiento con cierta actividad previa.

–¿Los jugadores lo asumen bien?

–Este es un grupo muy trabajador y me ha sorprendido gratamente la predisposición que tienen los futbolistas. Sin yo decirles nada, son ellos los que me piden este tipo de trabajo. Solo tengo palabras positivas para ellos. Quieren mejorar diariamente, sin perder sesiones. Tratamos de tener a los 21 jugadores profesionales a un nivel muy similar. No podrá ser exactamente el mismo, porque nada equilibra totalmente la competición.

–¿Qué trabajo hacen los futbolistas por su cuenta?¿Cómo se supervisa?

–Antes hablaba del trabajo preventivo. Yo trabajo con protocolos. Hablo con los jugadores que no conozco, les hago una pequeña entrevista para ver qué lesiones han tenido en los últimos años y qué trabajo venían realizando últimamente. Con esos datos, elaboro un trabajo de prevención enfocado a la musculatura más debilitada, con planes individuales. Si necesito recuperar un cuádriceps, compensar un isquiotibial o mejorar para la prevención de pubis. Llevo trabajando muchos años en el club con este tipo de ejercicios, incluso obligaba a los jugadores del filial a venir una hora antes para que lo hicieran dos o tres días cada semana.

–¿Le resulta difícil compaginar su labor como preparador físico en el Real Valladolid con el trabajo en el CDOCovaresa, donde coordina el área de ‘fitness’?

–Agradezco al club y por supuesto a Paco de la Fuente [director del CDO y entrenador] que me permitan hacerlo. Todo tiene relación. Allí he hecho un grupo, con los chavales del filial y ahora también con los futbolistas profesionales, para que pasen dos o tres tardes y efectúen un trabajo supervisado por mí. Es un lujo contar con una instalación de esas características a disposición del Real Valladolid.

–Después de dos décadas como preparador físico en el estadio José Zorrilla, ¿qué espera del futuro profesional?

–Cada día pienso que soy un privilegiado. Me formé como preparador físico y estoy desarrollando esta faceta. También tengo el nivel 2 de entrenador y me gusta ese mundo, pero la preparación física es lo mío. Mi objetivo es continuar aquí y llevarla a cabo año tras año.