El Norte de Castilla
Real Valladolid

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La sonrisa recobrada de Jose Arnaiz

La sonrisa recobrada de Jose Arnaiz
Jose Arnaiz, tras marcar un gol con la camiseta del Real Valladolid.
  • El talaverano pidió la carta de libertad al Real Valladolid en 2015, tras no contar en el filial blanquivioleta, pero el club le animó a seguir y ahora brilla como goleador en el primer equipo

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Jose Arnaiz se levantó un día de 2015 en su casa de Valladolid y le dijo a su novia:

–Alba, no aguanto más. Recoge tus cosas que nos volvemos para Talavera.

El futbolista, entonces en el Real Valladolid B, vivía sometido a una tensión extrema. Rubén de la Barrera, a la sazón técnico del filial blanquivioleta, le había desterrado. A Jose se le venía el mundo encima.

«Yo había saltado del Juvenil al Promesas en el verano de 2014», rememora. «En el primer entrenamiento, jugué de lateral. En el segundo y en el tercero también. Hablé con el entrenador y le dije: ‘oye, mira, que no soy defensa. Soy extremo y no se me da bien defender’. El míster me contestó: ‘bueno, pero tú vas a tener más opciones de jugar ahí que como extremo’. Pasaron los partidos. Yo no contaba. Siguió utilizándome de lateral, incluso de central. Sentía rabia, veía a otros jugadores y me decía a mí mismo ‘joder, ¿y yo no podré jugar? Lo llevé como pude».

Ahí apareció la red familiar y sentimental de José. Sus padres, Manuel y María Paloma, le ayudaron «muchísimo». El papel de Alba, su novia a la que conoció en Talavera y con la que lleva tres años y medio, resultó decisivo.

«Esa temporada, me preguntaba a mí mismo: ¿qué hago aquí lejos de mi familia y sin jugar? Mis padres me llamaban todos los días. Mi novia estaba encima de mí: ‘venga, hombre, levanta, ve a entrenar, hazlo lo mejor que puedas, da lo mejor de ti, demuestra cómo eres’. Acabé jugando poco más de 200 minutos. En los últimos partidos metí dos goles y di una asistencia».

La negativa de Cata

Llegó el verano de 2015 y Jose le planteó a su representante: ‘¿qué hacemos aquí? Si me pasa otra vez lo del año pasado, acabo jugando en mi barrio’. «Yo no quería eso. Subí y hablé con Cata [responsable de la cantera del Real Valladolid]. Le pedí la carta de libertad. Gracias a Dios no me la dio», sonríe Jose. «Tuve un buen año con el filial, marqué once goles, el equipo hizo buena temporada y... ¡ahora estoy en la primera plantilla del Real Valladolid y jugando!».

Los primeros contactos con el balón de Jose Manuel Arnaiz Díaz (Talavera de la Reina, Toledo, 1995) se remontan al final de la década de los años noventa, cuando los habitantes del barrio talaverano de Patrocinio San José soportaban como podían la pasión infantil de un enjambre de chavales.

«Jugaba mucho en la calle de mi abuela María, junto a un garaje. Nos juntábamos 10 o 15 niños y nos poníamos dar pelotazos a las cuatro de la tarde. Los vecinos salían para echarnos la bronca porque los teníamos locos. Yo ya destacaba. Cuando hacíamos dos equipos, siempre me elegían el primero», evoca.

A los cuatro años, se enroló en el equipo de su barrio, el Patrocinio San José. A los nueve le vio otro conjunto de Talavera, el Nuestra Señora del Prado, y le reclutó. El club se unió con el Cervantes y pasó a llamarse Ciudad de Talavera. De ahí saltó al Unión, donde jugó dos campañas como cadete y otras dos como juvenil. Con el Unión, subió a División de Honor y de ahí llegó a la cantera del Real Valladolid, en el año 2013.

«He jugado en todas las posiciones», dice Jose. «¡Incluso de portero dos años! Mis padres tienen en el mueble de casa un trofeo que gané al ‘portero menos goleado’. Era muy pequeño...».

Llegada a los Anexos

El nombre del Real Valladolid ejerció un efecto magnético sobre Jose Arnaiz. Varios clubes se interesaron en él, pero acabó aceptando la oferta blanquivioleta. Pesaron dos factores:la (relativa) cercanía con Talavera de la Reina y la solera de una entidad reconocible en el fútbol nacional.

«Sin pensarlo, me vine aquí. Llegué a los Anexos como juvenil de primer año. Era todo muy diferente, empezando por la manera de entrenar. La ciudad, el frío... El frío era lo que peor llevaba. Tenía 18 años, pero me resultó duro salir de casa por primera vez. Cada vez que iba a Talavera y me volvía para acá, mis padres lloraban, los pobres... Les daba pena, pero sabía que iba a tener mi oportunidad y que la debía aprovechar».

Jose es el mayor de tres hermanos. Le siguen Santi, con 18 años, y David, el pequeño, con 12, que trata de continuar sus pasos como futbolista en el Patrocinio San José. «Le digo que siga, que trabaje, que juegue como sabe y que lo dé todo en el campo. Ya le llegará su oportunidad, si es que le tiene que llegar».

Los padres de Jose siempre le apoyaron en su vocación futbolística y le acompañaron a los entrenamientos, incluso en los días más desapacibles de Talavera, en las tardes de frío y lluvia. En aquellos años, su padre trabajaba en la construcción y su madre en diferentes empleos ocasionales (hoy es empleada del Ayuntamiento de Talavera). «Siempre han estado ahí y me han ayudado a lograr lo que empiezo a conseguir».

Jose es, hoy, una estrella recién nacida gracias a la sagacidad de Paco Herrera. El técnico del Real Valladolid apostó por él y el canterano no defrauda: en los primeros diez partidos de Liga, ya ha marcado cuatro goles. Su amigo Gabi Aguilar, al que dedicó el último tanto, ha pronosticado que acabará con 15 dianas: «¡Me parece una buena cifra! Estaría muy bien», ríe el canterano, con contrato hasta 2019.

A Jose no le asusta la presión de saltar a un campo y demostrar su talento ante miles de personas.En cambio, sufre cuando tiene que comparecer ante los medios. «Me pongo muy nervioso cuando tengo una cámara o un micro delante. Empiezo a sudar de manera escandalosa, como si me hubiera tirado de cabeza a la piscina. Me cuesta especialmente en la sala de prensa, con la cámara allí, un montón de periodistas enfrente...».

Mario Miguel, el jefe de prensa del Real Valladolid, le ha ayudado a base de charlas y de mostrarle vídeos de comparecencias de otros futbolistas. «Me ha indicado el camino, por así decirlo. Aún me sigo poniendo un poco nerviosillo y recuerdo que el primer día pensé ‘madre mía y qué digo yo ahí dentro’. Pero creo que ya le voy cogiendo el tranquillo...».

(En esta charla con El Norte, no solo no sudó sino que se le vio cómodo, relajado y hasta locuaz. Al final, preguntó con desparpajo: ‘he hablado bien, ¿no?’).

Cambio de ubicación

Jose ha jugado los tres últimos años como extremo y ahora se ha adaptado a la demarcación de delantero. El gol de cabeza que logró ante el Nàstic confirma una rápida metamorfosis. «Creo que puedo utilizar mi velocidad para anticiparme. Ya me han dicho que es un gol típico de un punta».

El talaverano ha recuperado la sonrisa. Descansa a pierna suelta («soy muy dormilón»), mata las horas de ocio con el ‘Call of Duty’ en la PlayStation mientras espera que su novia vuelva del trabajo (es empleada en una tienda de deportes), y ha devorado en dos semanas las seis temporadas de la serie ‘The Walking Dead’.

Simpatizante del Real Madrid desde niño, Jose se pegaba a la tele en su infancia para ver a Ronaldinho con el Barça. «¡Las cosas que hacía ese tío con el pie eran alucinantes! Ahora, mi ídolo es Cristiano Ronaldo, un portento físico flipante. Ojalá algún día pueda jugar contra él. Le pediré la camiseta, a ver si me la llevo...». Tendrá ocasión de hacerlo cuando cumpla su gran aspiración profesional:«Quiero jugar en Primera con el Real Valladolid. Solo pienso en ascender aquí».

No, Jose Arnaiz ya no quiere irse. Hace dos años aprendió a superar todo tipo de (ejem, ejem) barreras. Ahora, resplandece con goles.