En un encuentro malo de solemnidad, casi 7.300 aficionados pudieron comprobar en Zorrilla la flojera de un equipo que, siendo superior técnicamente, no fue capaz de ganar en su feudo a una de las peores escuadras que han pasado por Zorrilla y que llegó con numerosas bajas y a un punto de los puestos de descenso. El Real Valladolid, una vez más, redimió a un adversario al que dio oxígeno a base de falta de ambición y de no saber resolver con acierto las jugadas de peligro. La defensa de tres centrales no tuvo problemas, en general, porque el ataque del Nàstic era inofensivo, pero poco pudo hacer en la jugada a balón parado que supuso el primer gol visitante.
El Nástic hizo poco más para ganar. Solo tuvo que perder el tiempo y esperar en su campo. Ni siquiera presionaba.
El Real Valladolid había tirado a la basura una primera parte en la que después de demostrar su superioridad, de fallar buenas ocasiones, de no tener suerte con las decisiones arbitrales y de estorbarse entre sus delanteros para marrar ocaciones cantadas (Villar y Jordán, solos frente a puerta, se anularon) encajó un gol, de nuevo en jugada a balón parado. El Nástic había ensayado dos veces antes desde el mismo lugar, la zona de tres cuartos escotado a la derecha. Suzuki puso el balòn cerca del área pequeña y Perone remató a placer ante la mala salida de Becerra.
Tras el descanso, una de las ocasiones de Villar terminó en penalti. Molina le derribo en el área y el árbitro no dudó. Villar marco su gol e hizo pensar en una remontada, como la del domingo pasado en Alcorcón. Lo que ocurrió es que las cautelas y la falta de ambición del Real Valladolid le impidieron cerrar el partido, a pesar de que dominaba el encuentro y el Nástic solo tuvo que esperar a un error del Pucela. Este se produjo en el minuto 74, con una mala cesión de Villar, a la que no llegó Guitián. Barreiro, que ya había amagado unos minutos antes, se presentó solo delante de Becerra, al que batió sin problemas.
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