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La semana transcurría entre burlas ante una nueva oportunidad para el Real Valladolid, ocasión que prometía todavía más ante las derrotas de Oviedo y Huesca. Para sorpresa de muchos, el Pucela sí aprovechó esta vez la ocasión y ofreció, ante cien valientes aficionados visitantes, un encuentro serio y trabajado. Gran parte de la afición pucelana, acostumbrada a pasar del drama a la euforia, ha cambiado en unas horas el discurso de ‘desaparición, fracaso y pena’ por el de ‘esperanza, optimismo desmedido y ascenso’.

Ahora más que nunca, a una sola victoria de la zona noble, se trata de mantener la cabeza fría y no pensar, como se dice ahora, más que en el ‘partido a partido’. Tan cierto es que tenemos el sábado una gran posibilidad de soñar, como que venimos de años muy malos, de una temporada irregular y que el juego tampoco es para tirar cohetes (en Almería, sin ir más lejos, la goleada resultó algo engañosa). Es tiempo, lo venimos pidiendo durante muchas semanas, de encadenar esos tres o cuatro partidos sumando que confirmen que este Real Valladolid sí quiere buscar el ascenso.

Sinceramente creo que no somos peores que aragoneses o asturianos, pero ya conocemos otras ocasiones en las que se falló cuando se tenía la gloria al alcance de la mano. Del partido en Almería me gustaron dos que acabaron tocados, José (a veces demasiado individualista) y De Tomás (incomprensible que sea el jugador número doce en cuanto a minutos disputados). También hay que destacar la aportación de Espinoza, que será muy útil en este tramo final para atacar por los extremos, y la actuación de Becerra, que al fin se mostró seguro. En cuanto a la cantera, el Promesas despidió la temporada en casa; un año digno de alabar el de los chicos de Albés (alguno que entiende más que yo de esto dice que lo haría bien en el primer equipo) con un encuentro que sirvió para despedir a Deve, un pucelano que ha tenido que dejar de jugar al fútbol por una grave lesión. ¡Ánimo, campeón!

La semana se afronta, después de todo, con optimismo y por ello, sin lanzar las campanas al vuelo, el sábado Zorrilla debería responder como en las grandes citas. No pensemos ya en beber champán en la Plaza Mayor, pero tampoco que somos inferiores al sexto clasificado. A soñar se aprende, como diría Aragonés, venciendo, venciendo y volviendo a vencer.