Real Valladolid
Tres puntos. 60 en el casillero. Dentro del play off otra semana más, a tiro de 1 del Cádiz, que cierra la Liga regular en Zorrilla, y a la espera de lo que haga este domingo el Tenerife. Al Valladolid se le está cambiando la cara. Ante el Getafe, posible rival en un hipotético primer partido por el ascenso, se le vio como un bloque intenso, competitivo, canchero, sin desconcentrarse, comprometido. El grupo cree. Y arrastra a toda la afición, que ve muy cerca el fin de los sinsabores. El #YoCreo se va a convertir en la continuación del SomosValladolid, y con él toda una ciudad detrás. Ante los azulones, un equipo con mayúsculas, se logró el doctorado en amdurez y el master en seriedad. Ahora hay que refrendarlo en Reus
El Valladolid salió con su esquema habitual, el 4-1-4-1, aunque en funciones del juego se adaptaba a cada situación. Pero, sobre todo, lo hizo con intensidad. Con la intensidad que se necesita para resolver partidos de este tipo. Pese a que el Getafe comenzó controlando y asustando, en el instante en que Jordan y Leao tomaron el mando de las operaciones empezaron a aparecer las opciones. Primero un centro de Espinoza, luego un gol bien anulado a De Tomás... detalles que hicieron al rival acularse en su área y permitieron a los blanquivioletas dominar el encuentro. Y si el Getafe no tiene el balón, suele sacar a relucir la conocida como artimaña Bordalás: falta tras falta sin pudor alguno. Y como los árbitros no suelen castigarles, se aprovechan.
Los de Paco Herrera tenían claro que para ganar debían robar el balón rápido y cerca del área rival. El Getafe es sólido y rocoso atrás -Gorosito y Cata Díaz son los centrales, casi nada-, y para hallar los pases interiores es necesario encontrarles descolocados. Y eso se logra o por robos de balón o por movimientos rápidos del balón. El Pucela logró en la primera mitad ambas cosas.
Solo faltó la guinda del gol, pero es que por algo es lo más caro del fútbol. Espinoza puso un par de centros magníficos a los que no llegó De Tomas; Jose perdió una buena ocasión por empecinarse en regatear dentro del área, y Guaita mostró dudas en las salidas que el equipo no supo aprovechar.
La segunda mitad fue otra cosa. Un cierto miedo a perder anidó en la alfombra de Zorrilla, y el que más lo acusó fue el conjunto local. El Getafe comenzó a llegar y a forzar faltas cerca del área. Sin grandes ocasiones, ciertamente, pero era mejor. Hasta que en una de esas, Jorge Molina -con la ayuda del árbitro y tras un fuera de juego flagrante de Pacheco-, se plantó solo ante Becerra. El portero le aguantó erguido y dio tiempo a que llegara Moyano. Y entre ambos forzaron al goleador a mandar el balón al aparcamiento de Carrefour. Luego Molina, despechado, le echó la culpa al césped, al topo o al erizo. Excusas de mal pagador. Se equivocó el solo.
La ocasión propició que el Valladolid despertara. Jose, que había cambiado la banda con Espinoza, empezó de nuevo a entrar en juego. Y en una de esas forzó una falta peligrosa. Lanzada con su habitual calidad por Jordan -lo que le vamos a echar de menos-, el dubitativo Guaita solo pudo despejar malamente y ponérsela en la cabeza a Álex Pérez, que agradeció el regalo con la consabida elegancia castellana.
A partir de ese momento todo fue acoso madrileño y defensa numantina de los pucelanos, que aprendieron la lección y recurrieron a todo tipo de artimañas para parar el partido. Y lo lograron.
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