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El replicante

A banda cambiada ·

Argumenta el articulista que lo de los goles encajados es una sangría excesiva para un equipo como el Real Valladolid

Jesús Moreno

Miércoles, 1 de noviembre 2017, 18:01

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<> Roy Batty, el replicante de Blade Runner, revela -en una escena cargada de simbolismo que serviría para resumir todos aquellos tratados de filosofía que intentan explicar quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos- cómo el paso por la vida, por no ser eterna, no deja de ser otra cosa que un cúmulo de recuerdos que terminan cayendo en el saco del olvido.

Dos meses y medio le ha durado al Real Valladolid el fuelle con el que despachaba los partidos a base de un ir y venir de ocasiones y goles a favor y en contra. En Cataluña, en un momento de su existencia al que no le hace falta ningún tipo de chaparrón para ir solapando recuerdos pues le basta con descubrir en cada amanecer un nuevo día histórico cuyo recorrido no es nunca superior a veinticuatro horas, el Pucela despertó definitivamente del sueño que le permitía verse a sí mismo como una suerte de George Keneddy en ‘La leyenda del indomable’, intercambiando golpes con su rival hasta que solo el más fuerte se mantenía en pie. Hoy, cuando el otoño apenas se deja sentir impregnándolo todo de esa luz débil que transforma en ocre aquello que toca, el equipo ya se ha situado en una posición que le obliga a convertir en finales los próximos partidos si no quiere que su temporada acabe sin objetivos antes de tiempo.

Reducir a errores individuales y puntuales propios de un sistema -el que ha instalado Luis César Sampedro basado en llevar la contienda al campo abierto- una vía de agua en forma de goles encajados de tal magnitud que lastra las aspiraciones del Real Valladolid, es simplificar demasiado una sangría que ha colocado al equipo en el podio de conjuntos cuyo portero se diría, injustamente, que no cuenta con manos por la facilidad que tienen los rivales de superarlo.

Un día, Roy Batty se dirigirá a la afición del Real Valladolid para contarle cómo vio cosas que nosotros no creeríamos. Cómo vio equipos mantener la cadencia goleadora sin necesidad de descuidarse atrás o de convertir los partidos en una ruleta rusa; equipos tan equilibrados que podían permitirse pelear por un ascenso, por un trofeo al máximo goleador y ser, además, el conjunto menos goleado. Equipos relativamente recientes y cuyo recuerdo se ha perdido como lágrimas en la lluvia.

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