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«El club es la expresión de unos valores de una ciudad»
Real Valladolid

«El club es la expresión de unos valores de una ciudad»

Jose Moro, vicepresidente primero del Real Valladolid ·

No es accionista, pero es socio; aporta, dice, su experiencia como empresario y su tiempo libre, «sin contrapartidas»

Fernando Bravo

Valladolid

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Domingo, 22 de octubre 2017, 09:26

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Su nombre no figura en la camiseta del Real Valladolid, que es otra la bodega que esponsoriza al equipo. Moro, José, se está haciendo un hueco en los despachos y estima que el valor añadido de su apellido está en la gestión empresarial. Asegura que ha llegado sin compromiso de contraprestación alguna, que pretende estar hasta que el club funcione por sus propios medios y mientras el entorno esté satisfecho con su gestión; sostiene que, a pesar de que el fútbol habita entre los círculos de poder, no busca retorno alguno para sus negocios y mantiene que llegó por amistad, con el aval de su honestidad y éxito en la gestión. Porque aunque durante años ha sido socio, no es accionista.

–Vive del vino. ¿Qué busca en el fútbol?

–He venido porque me lo ha pedido Carlos Suárez, porque quiero a esta ciudad y porque me gusta el fútbol y quiero dar a la gente de Valladolid un motivo de alegría. Voy a trabajar por hacer que nazca una ilusión en torno al fútbol. Soy una persona emprendedora, entusiasta, viva, con conocimiento. Y se me ha brindado la posibilidad de participar en un proyecto para aportar el conocimiento, honradez, honestidad y eficiencia que he demostrado en mis empresas durante todos estos años.

–¿Está de paso? ¿Es el suyo un tránsito provisional o hay un reto que le retendrá hasta que lo cumpla?

–El reto que tengo es trabajar para que el Real Valladolid sea un club grande en lo deportivo, algo que no depende de mí, pero sobre todo en la gestión, que sea un club grande. Cuando pueda funcionar por sus propios medios y sistemas, no tengo ninguna intención de seguir mucho más tiempo. Mientras sea útil, encantado, porque he venido sin ninguna contraprestación, simplemente a arremangarme y a trabajar. Yo estaré a disposición del proyecto mientras estén contentos con mi trabajo.

«Estaré mientras sea útil; he venido sin ninguna contraprestación»

–¿Ha habido alguna reticencia en su entorno personal o empresarial ante esta decisión?

–Lo he consultado, lógicamente, pero saben de mi responsabilidad y que soy capaz de cumplir en ambos campos. En Bodegas Emilio Moro tenemos una organización excelente, con un comité de dirección supereficaz y eso hace que pueda dedicar parte de mi tiempo libre a llevar esa experiencia, ese conocimiento que he adquirido durante tantos años a una parcela como la deportiva.

–Quizás porque puede haber algún retorno para sus empresas

–Ni lo busco ni tengo el más mínimo interés. Bodegas Emilio está consolidada. La trayectoria como marca a nivel internacional es muy importante y lo único que busco es poner al club en disposición de ilusionar a una provincia entera.

–¿Usted es solo parte de los cambiosintroducidos recientemente en la organización del club o es también promotor de los mismos?

–Carlos Suárez y yo hemos hecho muchas horas de viaje, hemos compartido muchas cenas, muchas alegrías y alguna tristeza y yo le he dado mi punto de vista sobre cómo debía ser el Real Valladolid y todo lo que he hecho en mi empresa por innovar y avanzar hacia la excelencia y creo que ha escuchado los consejos que le he dado. Algo habrán influido para aceptar que dos personas de su confianza [incluye al vicepresidente José Luis Losada] vengan a ayudarle a fortalecer este club.

–¿Es de los que cree que la pervivencia del Real Valladolid pasa por formar parte de una estructura empresarial más grande o cree que puede mantenerse en la dimensión de la empresa familiar?

–La empresa familiar no es ni más ni menos importante y requiere los mismos mecanismos, los mismos procedimientos que una gran empresa: un consejo de administración, un comité de dirección y unos empleados que comulguen con la filosofía de la misma. Yo he venido a aportar mi experiencia en la implantación de unos procedimientos, una gestión y un cambio en la forma de transmitir la comunicación. En hacer atractivo al club para que los empresarios apuesten por él; a darle un poco de alegría. Si entran nuevos inversores o no es un tema de Carlos Suárez como máximo accionista. Sí puedo decir que no veo la llegada de gente por razones meramente económicas, que no tenga una relación emocional con el club, por lo menos en lo que esa decisión dependa de mí.

«El club se tiene que preocupar por los niños de la ciudad, de los pueblos, es fundamental que se eduquen en valores de esfuerzo, de sacrificio, de trabajo en equipo»

–¿Sacrificaría rentabilidad por otros valores, por otros intereses como la cantera?

–El club es la expresión de unos valores de una ciudad. Ahora hay un accionariado honesto pero en otras épocas hubo gente que abocó al club a una situación económica muy deficiente. Con el paso del tiempo, con mucho esfuerzo, se va arreglando esa situación pero yo creo que el Valladolid tiene que ser un club de valores. Se tiene que preocupar por los niños de su ciudad, de sus pueblos. Aparte de tener el orgullo de llevar el escudo de su provincia es fundamental que se eduquen en valores de esfuerzo, de sacrificio, de trabajo en equipo. Si promovemos eso, contribuimos a nuestro compromiso social y si tenemos la posibilidad de que cada cierto tiempo salgan jugadores válidos para satisfacer las necesidades económicas del club, potenciaremos la ayuda a más niños. Pero son valores, más que una estrategia de inversión en niños. Invierto en que los niños hagan deporte, que tengan cultura del deporte, que tengan buenas notas para jugar en el Valladolid, que se les eduque.

–El club tiene la concesión de un gran estadio al que acuden unos nueve mil aficionados dos veces al mes, cientos de jóvenes en las categorías inferiores, derechos de imagen, ‘merchandising’... y el director de la Liga acaba de afirmar que hay una avalancha de compradores de clubes. ¿Es atractivo el Real Valladolid para los inversores?

–Hubo una época antes de la crisis en que las bodegas eran muy atractivas, porque tenía cierto glamur ser bodeguero. No me he parado a pensar qué les pasa por la cabeza a los fondos de inversión o a los inversores privados cuando piensan entrar en un club de fútbol. Yo sé por lo que he venido: para liderar unas áreas concretas e intentar que el club tenga una gestión organizada. Nunca he pensado en beneficios económicos . Todos estos inversores que han llegado al mundo del fútbol lo han hecho por razones económicas. Todos sabemos de los derechos audiovisuales que hay en Primera y eso es una cantidad inmensa. Parte lo verán como negocio y parte como alimentación de su propio ego, para sentarse en una silla presidencial.

–¿Qué dice en su tarjeta corporativa del club?

–Todavía no esta hecha. Pondrá: Vicepresidente primero.

–¿Y sus áreas de trabajo?

–Comunicación, desarrollo de negocio, venta que no tenga que ver con jugadores, nuevas formas de comercialización, ‘marketing’, y, en la Fundación del Real Valladolid, un proyecto que coja peso, apoyar el sentido social.

«Ni busco ni tengo ningún interés en obtener beneficio para mis negocios»

–¿Llegó avalado solo por su compromiso con el club, su amistad con el presidente y sus virtudes como gestor o se ha apoyado en el dinero?¿Es accionista?

–Ahora mismo no soy accionista y si en su día lo contemplo, lo comunicaré oficialmente, sin darle mayor importancia. El activo que he traído es mi tiempo libre, mi trabajo y mi conocimiento.

–¿Puede presumir de trayectoria pucelana?

–Desde hace mucho. Era yo muy crío y Mariano García, enólogo de Vega Sicilia era muy amigo de los jugadores del Valladolid: Anibal, Antón, Lizarralde... y les llevó a merendar a la bodega de mi padre, en Pesquera. Mi padre me mando prender la lumbre porque íbamos a hacer chuletillas y yo no abrí bien la lucera y se ahumó aquello de una forma que no nos veíamos. Fue al final una merienda entrañable y para un crío como yo, que tendría cuatro años, ver a esos jugadores era ver a dioses. Como jugador, juvenil, luché por conseguir llegar a lo más alto y tuve una lesión que me provocó una desviación de vértebras. Me dio mucha lata y me desilusioné. Mi recorrido como jugador se quedó en el Cuéllar, el Tordesillas, en Tercera División y punto. En el Promesas, Fernando Redondo me llevaba a entrenar en el primer equipo e incluso Enderiz, que tenía admiración por mí me auguró un buen futuro.

–¿Toda su vida se ha desarrollado en el entorno de Valladolid?

–Estudié en Miranda de Ebro el bachillerato, en un colegio de curas, después en Valladolid. Pero he salido mucho durante diez años en los que he dado la vuelta al mundo dos veces al año con la botella bajo el brazo luchando, huyendo de la crisis. El trabajo ha sido una aspirina perfecta para la crisis.

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