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Los jugadores del Real Valladolid celebran el empate en Vigo. RAMÓN GÓMEZ
'Coaching' moderno

'Coaching' moderno

Partido de vuelta ·

Actitud y compromiso son virtudes que adornan a una plantilla que compensa algunas otras limitaciones. Y además el equipo tiene a un entrenador -afirma el autor- que opera como tal, que toma decisiones, que corrige movimientos... Una victoria confirmaría la opinión de que 'hemos venido para quedarnos'

juan ángel méndez

Valladolid

Martes, 25 de septiembre 2018, 21:47

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Hace unos meses escuché una conferencia de Víctor Küppers, un excelente motivador (coach en argot moderno), que despertaba la atención de su auditorio con una charla basada en el poder de la actitud. «La diferencia entre el grande y el mediocre reside en la actitud», promulga. Sergio y su vestuario están preparados para pasar del césped al atril. Así lo demostraron en Vigo, donde proyectaron un optimismo arrollador que devoró al Celta y fulminó los quince primeros minutos de depresión colectiva.

«Las habilidades y conocimientos suman, pero la actitud multiplica», continúa Küppers en su brillante intervención. Es lo que le ocurre al Real Valladolid, cuyo ejemplo podría haber aparecido en la presentación del orador. El conjunto blanquivioleta ofrece un talante positivo a prueba de contratiempos, nunca se arruga, jamás levanta la bandera blanca antes de hora. El término rendición ha escapado para siempre de su vocabulario. Y además de todo eso, por si fuera poco, luce un entrenador que opera como tal, que toma decisiones, corrige movimientos y es capaz de resetear su erróneo planteamiento de salida para adaptarse a las circunstancias y hacer que sus futbolistas vuelvan a creer.

Es de tal dimensión el carácter que destila el Real Valladolid, que el hecho de haber sumado tres puntos en cinco partidos pasa a un segundo plano. No importa pisar puestos de descenso. Y menos cuando el curso no ha hecho más que comenzar. El equipo transmite las sensaciones del club que habita con comodidad en la zona noble y solo falta que la aclimatación a la categoría cristalice con una victoria que permita enraizar el sentimiento colectivo de que 'hemos llegado hasta aquí para quedarnos'. La filosofía del cuadro castellano no contempla otra opción. Y para conseguirlo, se presenta en los partidos como un bloque cuya psique permanece indestructible. Pase lo que pase.

Confieso que los quince primeros minutos, con el 2-0 incluido, me trasladaron a tiempos de incertidumbre y confusión. Sergio no acertó en su planteamiento y el Real Valladolid se deshizo ante el empuje del Celta. A la vuelta de dos goles y tras un fino ajuste en el dibujo, más tarde vendrían los cambios, el conjunto blanquivioleta se levantó de la lona sin un rasguño y firmó una actuación soberbia, plena de fútbol y coraje, llena de actitud, con mayúsculas, y goles. ¡Por fin! La pelota cruzó la frontera y el esbozo de ansiedad se fue por el desagüe.

Más allá del punto, el Real Valladolid obtuvo matrícula de honor en actitud y compromiso. Y no conozco ningún equipo unido que fracase. Sergio volvió a demostrar que es el técnico adecuado y que su renovación nada tiene que ver con el postureo. El club cree en él y sus futbolistas defienden sus ideas a muerte. Tanto, que son capaces de remontar un 3-1 cuando el Celta ya paladeaba una nueva victoria en casa.

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