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Miguel Rivera, ayer, durante los entrenamientos en los Anexos. R. JIMÉNEZ
Miguel Rivera, un salvavidas fiable
Real Valladolid

Miguel Rivera, un salvavidas fiable

El técnico malagueño afirma que no imaginó que le llegaría a sobrar una jornada para mantener la categoría del Promesas, después de 29 jornadas consecutivas en puestos de descenso

Fernando Bravo

Valladolid

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Jueves, 10 de mayo 2018, 13:01

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Profeta en su tierra –«hasta el concejal de deportes de Alhaurín, Pruden, que fue jugador mío, me ha felicitado por la permanencia del Promesas»– devoto de la familia –en una ocasión dedicó una victoria a su fallecida 'tita Eulalia'– y con un punto de carácter –el vídeo en el que abandonó la sala de prensa del Rápido de Bouzas tras soltar un juramento y un puñetazo en la mesa se hizo viral– Miguel Rivera ha protagonizado la hazaña de salvar la categoría del filial pucelano, tras recogerlo en última posición en la sexta jornada y habitar hasta la 29 en puestos de descenso.

No concreta por dónde va a ir su futuro, aunque evoca más de una vez su Málaga natal durante la conversación, y sabe que su éxito profesional no ha pasado desapercibido en ciertos ámbitos futbolísticos, incluido el de Segunda División.

«Los técnicos, cuando suscitamos el interés de los medios, es porque nos ha ido muy bien o muy mal. Afortunadamente, en este caso ha sido porque nos ha ido muy bien. Con todo lo que hemos sufrido, con lo que ha costado –porque el fútbol es muy voluble– nunca pensábamos en un final como el que estamos haciendo, en el que hasta nos ha sobrado una jornada» [para la salvación].

Miguel Rivera, malagueño de nacimiento y alhaurino (Alhaurín de la Torre) de adopción confiesa que, a pesar de una vida nómada por su profesión, tiene claras sus raíces.

«Soy de Málaga pero he vivido casi treinta años en Alhaurín de la Torre. Mis hijos nacieron al allí y nos sentimos alhaurinos. Y sí, en mi pueblo de adopción me siguen y saben lo que hemos hecho en Valladolid esta temporada. También los afectos los tengo claros, en Alhaurín pero también en Málaga. Soy malagueño, de un barrio muy humilde, de Carranque, y allí estuve hasta que me casé.

Con alegría rinden más

Miguel Rivera explica algunas singularidades en la forma de tratar a los jugadores, como el hecho de que les ponga música para motivarles, «Dentro de mi metodología hay sesiones en las que busco relajar un poco las tensiones de la semana, donde todo el mundo se sienta integrado, con alegría. Si provocas una sesión de trabajo con armonía y alegría, los chicos rinden más», afirma. Yecha mano de currículo para avalar sus métodos.

«Llevo mucho tiempo trabajando con filiales filiales: en Málaga o en Almería. He tratado a gente joven que tiene inquietudes, alternativas, y manejar el factor humano no es fácil.

Miguel Rivera es menos concreto cuando se le propone hablar de su futuro tras su exitosa temporada frente al filial pucelano.

«No me marco como objetivo ir de un sitio a otro. Me apunto a seguir disfrutando de esta pasión. No me plateé cuando me llamó Miguel Ángel otra cosa que venir a Valladolid. Me llamó a la hora de comer y por la noche ya estaba aquí y estoy a ochocientos kilómetros de casa. A corto plazo, a lo que aspiro es a disfrutar del almuerzo con mi señora y después a preparar la próxima sesión, ver vídeos... seguir disfrutando de mi trabajo».

Rivera se resiste ha concretar su futuro: «Los objetivos salen, se van marcando poco a poco. El objetivo es seguir disfrutando de mi pasión que es mi trabajo. Tengo el apoyo de mi familia, de mi mujer, de mis hijos y de la tribu de los Rivera. Tenemos una tribu que me apoya esté donde esté».

Los territorios del fútbol

Tengo claro quién soy: un entrenador humilde, porque el fútbol marca territorios. Si has sido futbolista de Primera lo tienes más fácil que si has jugado en Segunda y el de Segunda lo tiene más fácil que los que hemos jugado en Tercera. Yo soy vocacional, pasional y disfruto trabajando en al categoría que esté».

Es cauto cuando habla del futuro de sus jugadores pero cree que algunos tienen futuro. «Sí, hay futbolistas con futuro, siempre y cuando no pensemos que el futuro es mañana. Hay que darles tiempo, recorrido y si cubren el camino con inteligencia, triunfarán».

También tiene clara Rivera la responsabilidad de los entrenadores en el futuro de los jugadores: «Nosotros ayudamos. Me fortalece mucho cuando un jugador me llama tiempo después y me dice '¡Qué razón tenías!' Ser entrenador significa que estas comprometido con un concepto de grupo que es el equipo y tratas para ayudar».

Rivera cita a menudo a su familia y cuando se le sugiere que los suyos son rehenes de los vaivenes de su profesión hace referencia al apoyo sin fisuras de los suyos:«Soy entrenador por mi mujer. Yo era funcionario y ella me arrojó a este mundo porque sabía que era mi pasión. De las últimas cosas que más me agrada recordar es que cuando salíamos para Segovia le pegué dos besos y le dije 'Te prometo que vamos a ganar este partido y nos vamos a mantener'. Y de lo que me alegro es de que pude cumplir esa promesa».

Sobre la bronca en Coruxo, lo tiene claro: «Fue una situación muy ridícula, porque era un partido en el que no había ocurrido nada. Pero todos tenemos un umbral de tolerancia. Fui insultado, provocado y amenazado sin venir a cuento y aquello había que cortarlo. Así lo entendí en aquel momento», sentencia.

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