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Sergio y Alcaraz se saludan. Julio Muñóz-EFE
Milagros

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Análisis ·

Javier Yepes

Jueves, 1 de enero 1970

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La trayectoria que viene realizando el equipo a lo largo de la temporada deja, después del partido de ayer y de cara al aficionado, la impresión de milagro.

Sin embargo lo de ayer no es más ni menos que la consecuencia, como ya venimos apuntando desde el inicio del campeonato, de un trabajo lógico y muy bien realizado. Algo que viene a anular la impresión de algo anecdótico o casual amparado en la suerte o en el acierto individual.

Siguiendo una línea de juego inteligente basada en la tranquilidad y el reposo en sus acciones, lo cierto es que el equipo comunica seguridad. Y es que por proximidad entre sus líneas y solidaridad entre sus hombres ha adquirido una solidez extraordinaria y una madurez impropia de un recién ascendido.

O sea, que cuando se juega bien al fútbol todos los jugadores son válidos y cuando se hace mal casi ninguno sirve. Ahora el equipo parece que hubiese jugado en esta categoría toda la vida y todos sus jugadores, sin excepción, dan la impresión de acumular un centenar de partidos en ella. Es el viejo aforismo de que el equipo hace bueno al jugador en circunstancias como las actuales.

Ese milagro en forma de clasificación, que tanto saborearán desde hoy los aficionados es algo a tener en cuenta de cara a una parroquia fiel e ilusionada, y que hoy se siente mas orgullosa que nunca de ser blanquivioleta, y del que, sensu contrario, debe de huir la plantilla para centrarse exclusivamente en el próximo partido.

Con un equipo que el aficionado se sabe de memoria, que se inicia en Masip y termina en Toni Villa, lo cierto es que Sergio González ha conseguido un equilibrio excelente entre sus líneas basado en un reparto de papeles lógico, de acuerdo a las características necesarias de cada uno para ocupar de forma lógica el puesto asignado.

Ayer frente a un Betis talentoso, y con gran calidad individual, el equipo le opuso un repliegue ordenado y bien escalonado que se fundamentaba en dos líneas de cuatro jugadores perfectamente definidas a las que ponían culmen Suárez y Ünal.

El talento de Leo y Toni lo sostuvieron desde el medio campo Míchel y Alcaraz, ayer mas apagado, mientras arriba la pelea del turco por el centro y la brega y el acompañamiento de Antoñito en la banda derecha daban oxígeno al resto y frenaban la salida rápida y peligrosa de los béticos.

En un repliegue perfecto apoyado en una gran condición física, el Pucela ahogó todos los intentos de penetración contrarios y ahí fue donde Sergio le ganó la partida a Quique Setién.

El último milagro, para mí el mas significativo, fue contemplar como ayer cuatro canteranos terminaban el partido firmando juntos la victoria mas trascendente hasta el momento. ¿Milagros? No, lógica.

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