El Norte de Castilla
Real Valladolid

Mejorar

Leía hace unos pocos días a un psicólogo refutar aquella famosa frase que dice que lo difícil no es llegar, sino mantenerse, alegando que lo realmente complicado una vez que se llega a la cima es mejorar porque no hacerlo significa, a la larga, empeorar y tras ello el descenso de prestaciones y no consecución de objetivos es seguro.

Veía en ese pensamiento reflejada la cara del Real Valladolid, como Narciso observaba la suya en el fondo de un arroyo, que en los últimos años ha sido incapaz, pese a mantener el mismo bloque, de mejorar su rendimiento de manera que no se viera abocado a dar en demasiadas ocasiones con sus huesos en Segunda División. Y algo de eso empiezo a intuir en el actual equipo que, desde que se instaló en la primera posición de la tabla, no ha sido capaz de ganar ninguno de sus dos siguientes partidos, siendo zarandeado en alguna fase de los mismos. Es cierto que la gran cantidad de bajas en forma de lesiones que asuela a la primera plantilla es de las que en tiempos de guerra haría que fueran llamados a filas todas las mujeres y los niños con edad suficiente para empuñar un arma, o en el caso del Real Valladolid podría servir para que Rubi iniciara un ‘casting’ entre los abonados con el fin de completar la convocatoria para el partido del próximo domingo. Plaga que se ha cebado especialmente en aquellos jugadores llamados a destacar en una categoría demasiado acostumbrada al músculo y en la que el talento que marca diferencias es tratado como una rara avis entre la fornida especie autóctona que puebla el ecosistema de la división de plata. Por mucho menos algún chamán habría sembrado de ajos el contorno del José Zorrilla y sus campos anexos para ahuyentar el gafe.

Pero ni el hecho de haber disputado los dos últimos encuentros fuera del José Zorrilla ni la imposibilidad que ha tenido el entrenador de contar con toda su plantilla sana desde el día uno de la competición deben servir de excusa para caer en la fatalidad, el conformismo o la autocomplacencia que contienen el germen de la mediocridad. El equipo tiene que continuar creciendo independientemente de que juegue en su estadio o en el mismo infierno. Ya sea con los profesionales o con un equipo formado por los niños de un parvulario. Mejorar siempre como ingrediente básico para alcanzar el éxito.