El Norte de Castilla
Real Valladolid

LEJOS DEL ÁREA

Lágrimas que pesan

Otra temporada más para el deporte vallisoletano que acaba en decepción, aunque con trayectorias diferentes. Aunque el balonmano y el baloncesto ofrecieron garra y pundonor, también superando baches económicos, los de Rubi culminaron su mal año con otro partido desesperante. Cuando, tras un empate en casa, acabas el encuentro de vuelta sin tirar a puerta, sobran las excusas y las referencias al mal arbitraje. Caer eliminados sin pena ni gloria en un ‘play-off’ es la consecuencia lógica de llegar al final de la Liga sin un patrón claro de juego, experimentando siempre a merced de los rivales. El Real Valladolid, un histórico de Primera División, no puede permitirse el argumento de conformarse con sobrevivir y vagar por Segunda, esperando a ver si suena la flauta del ascenso. Ahora es el turno de que muchos abandonen el barco, una nave que, no nos engañemos, ha ido a la deriva desde los últimos partidos de Djukic en Pucela. Ni Juan Ignacio ni Rubi han logrado encadenar tres o cuatro buenos encuentros; no han ilusionado a gran parte de la afición, la prensa y seguramente tampoco conectaron con bastantes jugadores. Hace falta un cambio en el Real Valladolid que deje de convertirnos en un equipo ascensor, cuyos éxitos en los últimos lustros se limiten a subir, contemplar sobre el césped a Barça y Madrid muy esporádicamente y volver a los infiernos. Con Miroslav se intentó construir un proyecto que apenas duró dos años y con Rubi también se ha probado, contratando a gente interesante como Braulio o Cata. Lo cierto es que, a día de hoy, el técnico catalán, sin ser un nefasto entrenador, no ha calado en Valladolid. Carlos Suárez también deberá realizar autocrítica y ponerse a trabajar para volver a hacernos creer en esta entidad. Pasan los técnicos, se marchan muchos jugadores y casi siempre sufrimos los mismos, la afición básicamente. Quien no aporte y no se deje la piel por el Real Valladolid tiene la puerta abierta. Necesitamos profesionales que den la cara (llama la atención que algún cedido como Roger o Hernán le pongan más ganas y sentimiento que muchos) y un míster a la altura de lo que debería ser un grande, de momento, en Segunda División. Valladolid es su afición. Pucela somos nosotros, pocos pero fieles; capaces de llevar nuestros colores hasta lugares como Sudáfrica o Bielorrusia. Nunca nos cambiaremos de camiseta, aunque cada vez pesen más las lágrimas que acumula la blanca y violeta.