El Norte de Castilla
Real Valladolid

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Del Bernabéu a la asistencia sanitaria

Ilustración
Ilustración / : SANTIAGO BELLIDO BLANCO
  • en blanco y violeta

  • Pablo Gila vivió, tocó y disfrutó, aunque brevemente, de la élite. Jugó solo un encuentro de liga en Primera División con la camiseta del Real Valladolid, pero fue contra todo un Real Madrid y siendo la sombra del alemán Uli Stielike. Ahora se dedica al traslado de enfermos en ambulancia

Las historias de fútbol muchas veces son narraciones elocuentes. Vivencias, matices, carreras deportivas que van y vienen. Éxitos, triunfos, victorias y también derrotas. Relatos al fin y al cabo de héroes y villanos más o menos anónimos y sus testigos. El de Pablo Gila (Segovia, 21-12-1960) no deja de ser al menos sorprendente. Prometedor juvenil, jugó en Copa del Rey contra el Español con 16 años y disputó después un solo encuentro de liga entre la élite con el Real Valladolid. Lo hizo en una plaza soñada por muchos futbolistas: el Estadio Santiago Bernabéu.

Sucedió en la campaña 1981-82, Gila fue alineado en su debut como titular en partido liguero con el Real Valladolid. El rival, el Real Madrid de Vujadin Boskov. Era un 11 de noviembre. En la otra acera, el técnico blanquivioleta Paquito barajó la posibilidad de que Pablo Gila formase en el centro del campo marcando al alemán Uli Stielike.«El míster me dijo que estuviera pendiente de Stielike, que no saliera con miedo y lo hiciera lo mejor posible. Yo jugaba de líbero, pero me situó en el medio del campo junto a Moré. Recuerdo que ese partido los compañeros me ayudaron mucho y que me hinché a correr detrás de los rivales», señala Gila.

En aquel Madrid formaban el guardameta Miguel Ángel, Camacho, García Cortés, García Navajas, Gallego, Vicente Del Bosque, Isidro, Santillana y Juanito, además de Ito, que salió ese día desde el banquillo en el descanso y fue el que, al fin y a la postre, revolucionó el partido. En las filas blanquivioleta estaban Fenoy; Santos, Gilberto, Sánchez Valles, Gail, Lucas, Moré, Minguela, Jorge, Gila y Alí Navarro. En las huestes vallisoletanas se pensaba, no sin equivocarse, que en ese momento era el alemán Stielike el motor de este equipo. Así que Gila aguantó el marcaje al hombre casi todo el primer tiempo porque, en el minuto 43, Stielike adelantaba a los locales con el 1-0. «Fue un tiro fuera desde fuera del área. Disparó fenomenal. El alemán ha sido uno de los mejores extranjeros que ha tenido el Madrid con un gran rendimiento», indica.

Allí se acababa la muralla defensiva tejida por Paquito en torno a Fenoy. Y eso que los blanquivioleta reclamaron una posible falta previa de Isidro sobre Lucas que el colegiado gallego García de Loza no señaló. Luego vendría el 2-0 de Juanito ya en el segundo periodo. En el m. 63, Gila dejaba el campo y en su lugar entraba Joaquín, autor del único gol del Real Valladolid en ese encuentro que finalmente concluyó 3-1 (Santillana). Tardó el Real Madrid, pero pulverizó la muralla vallisoletana, tituló al día siguiente el periódico 'Abc'.

Si Gila solo tuvo esa única presencia en ese partido ante el Real Madrid en toda la campaña 81-82, aunque fue convocado más encuentros -era difícil sacar del equipo a Gilberto que jugaba en su misma posición- el que no disputó ni un solo minuto en todo el campeonato liguero fue el burgalés de Quintanilla de las Viñas, Miguel Ángel Portugal, el actual entrenador del Real Valladolid, que también figuraba como futbolista en esa plantilla del Real Madrid.

Pablo Gila Casado recaló en el Real Valladolid con 15 años llegado desde el juvenil de la Gimnástica Segoviana. Se cuenta que la secretaría técnica integrada por Ramón Martínez y Santi Llorente fue a Segovia a ver al propio Gila pero al final metió en el mismo paquete también a Luis Mariano Minguela. «Nos trajo a Valladolid mi padre y mi madre en un Simca 1.500 a Minguela y a mí los dos en el asiento de atrás más nerviosos que nada».

Al año siguiente, jugó en Copa del Rey en la eliminatoria ante el Español de Barcelona. En Sarriá, la convocatoria incluía a dos jugadores del Promesas y cinco juveniles: Lolo, Jorge, Minguela, Gail y Gila. «Todo era nuevo para nosotros. Yo nunca había montado en avión y fuimos a Barcelona con traje en un partido por la noche», apunta el protagonista.

De ese encuentro cuenta Gila, que salió en el minuto 70, varias anécdotas. Primero, que le sorprendió que el entrenador Pachín les diera la táctica «en el suelo del vestuario distribuyendo monedas como si fueran los jugadores». En ese Español que había empatado sin goles en Zorrilla estaban Urruti, Solsona y Marañón. Cuando Gila entró al campo, se acercó a Javier Díez diciéndole que no recordaba cómo se llamaba. El de Villanubla se presentó y le devolvió la misma pregunta: «¿Y tú?». El ‘periquito’ Marañón que estaba por allí no daba crédito: «¿Nos ganáis 0-2 (dos tantos de Gilé), nos vais a eliminar de la Copa y no os conocéis entre vosotros?», exclamó encorajinado. La prensa catalana al día siguiente señaló que el Espanyol había sido derrotado por «un jardín de infancia», en alusión a estos futbolistas juveniles.

Tras dos años en el Promesas con Javier Yepes, y uno con la primera plantilla del Real Valladolid, Gila fue cedido al Logroñés de Segunda División donde coincidió e incluso compartió piso con el televisivo Raúl Ruiz, Miguel Ángel Lotina y José Luis Mendilibar. Luego firmó por la Cultural Leonesa de José Antonio Tejedor, y después cuatro años en la Ponferradina. Desde los 15 hasta los 30 años, por lo tanto, viviendo del fútbol con una filosofía muy clara: «Yo disfrutaba jugando; sufría los martes y miércoles en los entrenamientos físicos, pero los domingos eran para divertirme. Hoy en día creo que con los futbolistas es al revés. Se divierten entre semana y luego el domingo les toca sufrir».

Ahora Gila echa una mano con la escuela de jóvenes futbolistas de la Fundación del Real Valladolid que ha puesto en valor Alberto Marcos, juega además con los veteranos, pero se dedica profesionalmente al traslado de enfermos, rehabilitación, diálisis y consultas en la ambulancia. La vida sigue, el recuerdo y la sonrisa del segoviano Pablo Gila continúa la ruta.