El Norte de Castilla
Real Valladolid

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La superación de Isaac Becerra

Isaac Becerra, en un entrenamiento esta campaña con el Real Valladolid
Isaac Becerra, en un entrenamiento esta campaña con el Real Valladolid / Ricardo Otazo
  • El portero del Real Valladolid se ha sobrepuesto a base de carácter a múltiples obstáculos antes de brillar en el fútbol profesional

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Hace cuatro años, en el verano de 2012, Isaac Becerra era un portero asomado el abismo. El Real Madrid Castilla acababa de lograr el ascenso de Segunda B a Segunda de la mano de Alberto Toril, pero la participación del guardameta había resultado mínima: solo 263 minutos en tres encuentros. Ramón Martínez, responsable de la cantera, le llamó a su despacho. Allí estaba también Toril. Martínez le comunicó que contaban con él, pero para el Real Madrid C. Becerra torció el gesto: «Les dije que no quería renovar, que jugaba en el segundo equipo o nada. Veía que Mourinho estaba enamorado de Pacheco, ahora en el Alavés, y que subía frecuentemente al primer equipo. Su respuesta fue clara:‘o el C o nada’. La mía también: ‘no acepto, me voy’».

Becerra pidió ayuda a los directivos blancos para que la ayudasen a buscar equipo. Las palabras de Ramón Martínez aún resuenan en el recuerdo de Becerra: «Me dijo: ‘¿tú te crees que si no has jugado aquí tienes nivel para jugar más arriba?’». Becerra replicó: «Tranquilo, que esto del fútbol es muy largo y ya nos encontraremos».

El portero llegó a casa y analizó la situación: «Le dije a mi mujer: esto es lo que hay. Actualmente no tengo equipo. Hay dos opciones:o que salga un ‘segunda B’ puntero que me pague para poder vivir o que surja un ‘segunda A’, aunque vaya de suplente. Y, si no, dejo el fútbol y voy a tener que buscar trabajo. Y tú también».

El incentivo de los guantes

En aquel momento, pudo acabar la carrera de Isaac Becerra Alguacil (Badalona, 1988), un sueño iniciado en las porterías de fútbol sala del colegio Fray Luis de León, en Santa Coloma de Gramanet (Barcelona), donde se puso los guantes por primera vez y a regañadientes. «Era un poco extraño, porque solo tenía tres años y jugaba con chavales mayores que yo, pero mi padre siempre me decía que era muy valiente, que no me arrugaba por nada. Él fue mi mentor porque yo no quería ser portero. Me aburría y llegué a un acuerdo con el entrenador: si en la primera parte no me metían goles, jugaría la segunda mitad como delantero. Así fue. Paraba y marcaba. Y, si no me hacían jugar de delantero, me enfadaba».

Su padre, José Becerra Hernández, detectó pronto que Isaac tenía mucho nivel y no solo por la habitual pasión que despliegan los progenitores hacia sus hijos. José Becerra había jugado como portero en el Badajoz hasta alcanzar la Tercera División, pero tuvo que abandonar el fútbol cuando su familia se mudó a Santa Coloma.

Isaac Becerra fue a probar a la Gramanet, el equipo del barrio, ya en fútbol 11. Seguía empeñado en jugar como delantero y suspendió la prueba. Entonces, intervino su padre:«Le dijo al entrenador: ‘mira, voy a ser sincero. Mi hijo es portero. Él quiere jugar como delantero, pero es portero. Pruébalo’».

Un par de acciones con los guantes constataron el gran nivel de Isaac. «El entrenador me dijo: ‘oye, estás fichado, pero como portero, ¿eh?’». Allí permaneció dos años, antes de enrolarse en la peña Collblanc, vinculada al Fútbol Club Barcelona.

Isaac adulto recuerda al Isaac niño: «Era como ahora pero en miniatura, con voz de pito, más de pito que ahora. Ja, ja, ja. Y chillaba mucho. Me acuerdo de que era muy valiente porque me daban el balón atrás y salía regateando al delantero. No tenía miedo al juego aéreo, ni a los balones divididos. Los unos para uno se me daban muy bien. Era alto, aunque claro, si me tiraban por arriba, a veces no llegaba...».

Un madridista en La Masia

Su etapa en el Collblanc le permitió asistir a entrenamientos con los equipos inferiores del Barcelona y por ahí se gestó su llegada a La Masia. El primer día de entrenamientos, tuvo que contestar a una cuestión ante la que no dudó:«Lo primero que nos preguntaron a los recién llegados fue: ‘¿quién es del Madrid?’ Y yo, como un niño echado para adelante, contesté: ‘mira, yo soy del Real Madrid’. Me dijeron que no podía decir eso allí. Y yo repliqué: ‘lo que no te voy a decir es que me vaya a dejar meter diez goles si jugamos contra el Madrid porque no va a ser así. Yo defiendo mis intereses. Pero cuando salgo de entrenar, pues sí, soy del Real Madrid y me gusta que gane’. Eso les chocó».

Becerra entrenó con Víctor Valdés, con Albert Jorquera y con Francesc Arnau, quienes acabarían defendiendo la portería del Fútbol Club Barcelona. «Recuerdo a Valdés, una bellísima persona que ayudaba mucho a los más jóvenes porque una vez a la semana coincidíamos todos los jugadores del fútbol base. Él estaba con el filial o con el Juvenil y siempre me quitaba la botella de agua que nos hacían llevar. No sé si él se acordará, pero a mí me hacía mucha gracia».

De la cantera del Barça saltó a las categorías inferiores del Espanyol, aunque el Villarreal también andaba interesado. La cercanía con su entorno pesó decisivamente en la elección de Becerra. «En teoría firmé en el Espanyol para el Juvenil B, pero mi sorpresa fue que llamó Óscar Perarnau para el Juvenil A. No me lo esperaba. Hice muy buena pretemporada y empecé como titular».

Isaac Becerra llegó hasta el Espanyol B y estuvo a las órdenes de Joan Francesc Ferrer ‘Rubi’ y Óscar Perarnau. «Mi último año allí fue muy bueno: jugué 20 partidos y no encajé demasiados goles. Pero tuve un problema fuera de los entrenamientos, me rompí la mano y el club decidió castigarme. Casi lo tenía hecho para dar el salto a la primera plantilla, pero ni firmé ni seguí allí. De hecho, me cedieron. Con el tiempo he pensado en esas piedras que aparecen en el camino y que te hacen dar más vueltas que otros. Me arrepiento mucho de lo que pasó porque posiblemente podría haber llegado entonces a Primera y ahora sigo esperando. Fue algo que sucedió, forma parte de mi pasado y ya está».

El resultado de aquel incidente fue un año a préstamo en el Panionios griego, en la campaña 2009-2010. Allí aparecieron pronto nuevos obstáculos para Isaac Becerra.

Tragedias griegas

«El entrenador [el belga Emilio Ferrera] hacía partidos de entrenamiento y no me incluía ni entre los suplentes. Le pedía explicaciones y me contestaba: ‘vete para casa o para el gimnasio, lo que prefieras’. Yo, que siempre me he caracterizado por tener una personalidad fuerte, trataba de que me afectara lo menos posible. En la jornada 12, ante el Aris de Salónica, el portero titular se lesionó. Empatamos a uno y, en la jornada siguiente, ganamos 3-1 al AEK en casa. Se empezó a hablar de mí en la prensa y del interés de Olympiakos, que iba a negociar con el Espanyol... Entonces me rompí la clavícula».

La tragedia griega no acabó ahí. «El entrenador me dijo que contaba conmigo cuando me recuperase, pero más tarde discutió con el presidente, lo echaron y llegó otro entrenador [Giorgos Paraschos]. En la primera charla nos dijo: ‘no cuento ni con los del filial ni con los chavales jóvenes. Os podéis ir a la grada’. Yo aún jugué algún partido, pero el nuevo técnico no se portó bien conmigo y también acabó mandándome a la grada».

Fiasco en la cantera blanca

De vuelta a España, en el verano de 2010, el Espanyol le comunicó que ya no tenía edad para jugar en su filial de Tercera y le surgió la propuesta del Real Madrid. Logró la carta de libertad al renunciar a su último año de contrato y llegó al club con el que soñaba de niño. «Lo hice medio engañado:me dijeron que seríamos dos porteros y en el primer entrenamiento éramos tres. El representante que tenía entonces no hacía las cosas bien o no era claro conmigo. La etapa en el Real Madrid no resultó buena y no me dieron la oportunidad que merecía». Resultado: tres partidos disputados en su bienio en el Castilla.

Llegó entonces el preocupante verano de 2012, sin equipo y con la amenaza de despedirse de su declinante carrera como guardameta (solo había jugado seis encuentros en tres años). Becerra empezó a mirar internet con desesperación, en busca de posibles destinos. Su nuevo agente también se movía en paralelo.

De repente, vio una luz: Rubi iba a entrenar al Girona y el portero Roberto Santamaría abandonaba la disciplina de ese mismo club. «Llamé a Javi García, actual entrenador de porteros del Sevilla y le pedí el teléfono de Rubi. O me salía algo con cara y ojos, o dejaba el fútbol. Hablé con Rubi y le dije que estaba dispuesto a aceptar el rol que fuese:titular, suplente o en la grada. Me firmaron el contrato mínimo, pero yo lo único que quería era meterme en la rueda profesional. Yo fui a Girona a trabajar y a aprender de Dani Mallo, el meta titular. Mi sorpresa fue cuando Rubi me hizo debutar en Las Palmas. Salimos goleados 5-2, pero a pesar de llevar tanto tiempo sin competir, me sentí bien. La gente se echó encima de mí porque decían que no tenía nivel. Pero Rubi volvió a darme otra oportunidad al final, respondí bien y acabé disputando un ‘play-off’ perfecto al que solo le faltó la guinda del ascenso. A partir de ahí, creo que ya todo el mundo sabe lo que pasó».

La consagración

Becerra explotó en el Girona, rozó el ascenso a Primera otras dos temporadas con Pablo Machín y se alzó con el Trofeo Zamora en la campaña 2015-2016. El Real Valladolid anduvo rápido y le firmó un contrato hasta el 30 de junio de 2019. En esta etapa recién iniciada, la afición blanquivioleta ya le idolatra y Becerra ha respondido con grandes paradas.

Después de tantos sinsabores, el portero disfruta de años de bonanza profesional, en los que puede poner en práctica su ritual prepartido: llega con antelación para disfrutar de minutos de soledad, y antes de saltar al campo se besa las dos muñecas y el tatuaje de la ‘mano de Fátima’ que también luce su esposa («un símbolo de protección, de buena suerte»), y toca el larguero. En su brazo también destacan un guante de tinta con el número 13 y una golondrina, que simboliza a su hija Ainara, de dos años y medio.

Admirador de Oliver Kahn y Víctor Valdés, a Isaac Becerra le gusta pasear con su familia y sus perros Yacko («un ‘beagle’») y Gala («un ‘pinscher’ miniatura»). Además, se ha aficionado a la lectura. «Lo último que he leído ha sido ‘La psicología del portero de fútbol’, un libro que ayuda a entender lo que nos pasa por la mente, los miedos y los temores. Y, en novela, he empezado ‘Juego de Tronos’. He visto la serie, pero me han dicho que el libro es mejor. A ver qué tal».