El Norte de Castilla
Real Valladolid

REAL VALLADOLID

Diez años del ascenso perfecto

fotogalería

La plantilla de la campaña 2006-2007 del Real Valladolid llega a la Plaza Mayor tras el ascenso logrado en Tenerife un día antes. / Gabriel Villamil

  • Mendilibar y sus futbolistas recuerdan claves y anécdotas del éxito culminado el 22 de abril de 2007

El 22 de abril de 2007, hace hoy diez años, el Real Valladolid certificó una de las grandes gestas de su historia. El equipo blanquivioleta, entrenado por José Luis Mendilibar, ganó al Tenerife a domicilio por 0-2 (goles de Víctor y Manchev) y subió meteóricamente a Primera a falta de ocho jornadas para el final, tras batir un sinfín de récords en Segunda. El Pucela prolongó aquella campaña una racha de 29 partidos sin perder. Tenerife supuso la culminación de un ascenso perfecto en una temporada que empezó titubeante.

«El último partido de la pretemporada fue muy malo», evoca José Luis Mendilibar, el gran artífice del éxito. «Les comenté a los jugadores que, si seguíamos así, el primero que se iba para casa sería yo, pero que los demás irían detrás de mí. Tampoco empezamos bien la Liga: perdimos dos partidos seguidos en casa, incluido uno contra el Poli Ejido, y otro fuera. Creo que a veces son los resultados los que te tienen que ayudar, pero aquí fue al revés. El juego era bueno y seguimos en la misma dinámica».

Iñaki Bea es ahora el segundo entrenador de Mendilibar en el Eibar y entonces formaba parte de la plantilla blanquivioleta como defensa central. Cuando aterrizó en el Real Valladolid, todo le parecía negro: «Llegué con más peso de lo habitual porque había estado lesionado en el quinto metatarsiano. El equipo tampoco arrancaba en pretemporada en cuanto a sensaciones. Yo decía: ‘madre mía, dónde nos hemos metido...’».

Aura de imbatibilidad

A partir de la jornada séptima, el Real Valladolid empezó a sumar puntos de manera inmisericorde. Para Mendilibar el 2-3 logrado en el campo del Poli Ejido el 18 de febrero de 2007 corroboró el aura de imbatibilidad del Pucela de los récords. «Íbamos perdiendo 2-0 al descanso, pero acabamos ganando. A partir de ahí, ya nos creímos de verdad que podíamos ascender».

Las emociones se dispararon en Tenerife el 22 de abril de 2007 y, posteriormente, en Valladolid, el día de Villalar. «Yo tenía un árbol clavado en el corazón y cuando pitó el árbitro me temblaban las piernas», dice Alberto Marcos, al que el club le había buscado una salida en verano. No contaban con él, ni con Óscar Sánchez, ni con Chema Jiménez. «Tuve una reunión con Mendi, un medio enfrentamiento. Me vino de cara. Le dije: ‘no sé lo que te han dicho, pero el camino se demuestra andando. Me juzgarás por mis actos, pero quiero que lo hagas tú. A partir de ahí, fuimos uña y carne».

Para otro histórico como Víctor Fernández la sensación fue de «desahogo total». «Se nos caían las lágrimas después de los años difíciles que habíamos vivido», rememora. Borja Fernández aún tiene en la retina «a Marcos, Víctor y el presi llorando» y el portero Alberto López, trofeo Zamora de aquella campaña, experimentó «una sensación de bienestar». Chema Jiménez evoca «la explosión de alegría» sobre el césped tinerfeño y el vallisoletano Javier Baraja «la emoción de haber completado un año histórico». Todos los jugadores y el propio Mendilibar aluden a la tremenda unión del vestuario. «Ese año fue diferente a todos los que he vivido», expone Álvaro Rubio. «Parecíamos todos hermanos, nos daba igual con quien dormir, con quien sentarnos. Resultó increíblemente bueno. Según avanzó la temporada, yo pensaba que siempre íbamos a ganar. Esa sensación solo la tuve aquella campaña».

Para José Antonio García Calvo, «había una generación tremenda de futbolistas y un cuerpo técnico maravilloso». Sisi González rememora desde Japón, donde juega actualmente, la mezcla perfecta de jugadores jóvenes y veteranos. «Pero más que todo eso, éramos un muy buen equipo. Un futbolista de la calidad de Mario Suárez, por ejemplo, casi no jugaba y Víctor, con 32-33 años, era un pedazo de jugador. Sí, estábamos muy unidos, ¡pero es que también había futbolistas realmente buenos!».

Un grupo de Whatsapp

«Es complicado que un equipo de fútbol se acople como nos acoplamos aquel año», dice Joseba Llorente, autor de 17 tantos aquella campaña. «Mendilibar fue uno de los factores más importantes. Empezó a despuntar fuerte y ahí sigue», añade el inolvidable goleador. «A Mendilibar le vinieron muy bien los jugadores que tenía y a nosotros nos vino muy bien el míster que llegó», corrobora Víctor Manuel Fernández, pichichi de aquel equipo con 19 dianas. El sentimiento colectivo perdura en la actualidad. «Nos llamamos, hablamos, tenemos un grupo de Whatsapp... Con el tiempo, hemos mantenido la relación», señala el exportero Alberto López.

Las celebraciones, primero en Tenerife y luego en Valladolid, fueron épicas. Mendilibar, por ejemplo, vació un botellín de cerveza sobre la cabeza del entonces alcalde Javier León en el hotel. «Nos pasamos un poco todos», admite el técnico. «Incluso el hotel protestó... Al final, el alcalde dio una volata [voltereta]. Nadie se escaqueó de la fiesta».

«Rompimos todas las mesas del hotel por bailar encima de ellas», cuenta Iñaki Bea. «Toché, que jugó muy poco aquel año, fue el alma de la fiesta», añade. Toché subraya que, efectivamente, él y Óscar Sánchez, ambos murcianos, solían llevar «la batuta para cantar en el avión y en el autocar».

«Fuimos bastante irresponsables», subraya Borja Fernández. «Cuando nos levantamos al día siguiente en Tenerife y vimos cómo estaba el hotel lo pasamos mal. Luego, tuvimos cuatro días seguidos de actos. El jueves la gente estaba reventada. Recuerdo que tuvieron que ingresar a Óscar Sánchez porque llevaba tres días enteros sin dormir o durmiendo muy poco. Salíamos de una cena y nos íbamos por ahí a tomar algo. Y al día siguiente, había más actos a primera hora...».

La Mona, por los suelos

Para el lateral Pedro López, la imagen recurrente sobre el césped del Heliodoro Rodríguez López es el utillero Óscar Fernández por los suelos. «Cuando nos juntamos gente de aquel año y lo recordamos, lo primero que nos sale es la caída de ‘la Mona’. ¡Qué hostia se pegó mientras iba con todas las sudaderas! Lo vimos luego en la tele y se nos saltaban las lágrimas».

Borja Fernández y Víctor Manuel Fernández derramaron sangre, literalmente, en las celebraciones.

«Yo estaba arrodillado el suelo del hotel y me levantó Mendi», evoca Borja. «Había cristales y sangraba por las rodillas, pero no me di cuenta. Me subí a una mesa a bailar y hacer el mono, seguramente con Toché. Allí estaba el médico Pablo Grande secándome la rodilla o echándome alcohol, no recuerdo, mientras yo bailaba».

«Cuando llegamos al hotel Santa Ana para subir al barco, brindamos todos con copas», explica Víctor. «Alguien tiró la suya al aire y yo me la clavé. Me hice una raja en el pie y me quedé allí curándome porque había un charco de sangre mientras los demás esperaban en el barco». «Yo estaba con él», apunta Álvaro Rubio. «El pobre estuvo fastidiado el resto de la celebración por eso, aunque por la euforia creo que al final casi se olvidó».

Para Asier Arranz «todo fue un desfase total». «Cuando íbamos en el barco por el Pisuerga y pasábamos por los puentes, yo con 19 años flipaba. No pensaba que podía haber tal magnitud de gente. Y luego ver la Plaza Mayor llena... Fue inolvidable».

Javier Baraja considera que «aquel ascenso quedó marcado por la senda del barco y por la entrada en la Plaza Mayor». «A día de hoy lo recuerdas y se te ponen los pelos de punta». «Fue algo extraordinario», concede Mendilibar. «No he vivido más ascensos en Valladolid, pero, ostras, me parece difícil que se pueda celebrar más que aquello», apunta el técnico.

Mendilibar celebra el ascenso sobre las aguas del Pisuerga en abril de 2007.

Mendilibar celebra el ascenso sobre las aguas del Pisuerga en abril de 2007. / Miguel Ángel Santos

«El recibimiento que vivimos entonces no se va a volver a repetir, consiga el equipo lo que consiga», tercia Alberto Marcos. «Yo con el Real Madrid gané una Liga y no tiene ni punto de comparación con las celebraciones que vivimos entonces aquí».

Sisi González estuvo presente en aquel ascenso y también en el que logró el Real Valladolid de Miroslav Djukic en 2012. «Futbolísticamente, me gustó más el año de Djukic porque hacíamos un fútbol más vistoso. Pero, es verdad, las celebraciones de 2007 fueron la leche».

Para un sinfín de jugadores de aquella época, Mendilibar ejerció una gran influencia en sus carreras. «Es el entrenador por el que más cariño he sentido, el más cercano como persona, porque comulgaba, más que con sus ideas futbolísticas, con su idea de vida, humildad y trabajo», certifica Sisi.

Tres vallisoletanos

«Yo era bastante joven», dice Rafa López, el único nexo de la actual plantilla del Real Valladolid con aquel equipo de ensueño. «Ahora que ha pasado el tiempo, veo a Mendi como uno de los mejores entrenadores que he tenido. Al año siguiente, fui titular indiscutible con él en Primera. Para mí el ascenso de 2007 es el mejor momento colectivo en mi carrera», añade el central. Además de Rafa, un jugador siempre comprometido con el escudo del Pucela, aquel año estaban en la plantilla los también vallisoletanos Jacobo Sanz y Javier Baraja.

A Mendilibar el ascenso blanquivioleta le sirvió para meterse «otra vez en la rueda» de los entrenadores de élite tras una experiencia fallida en el Athletic Club. «Los siguientes dos años en Valladolid también fueron buenos. En la segunda campaña en Primera nos costó mantenernos, pero hicimos tres cuartos de Liga muy buenos. Al final de esa temporada unos ya pensaban en conformar el siguiente equipo y los jugadores estaban centrados en ellos para buscar sus contratos si no renovaban. Todos hicimos mal. Y por eso vino lo que sucedió después, en mi cuarto año allí: toda la planificación de contratación de futbolistas fue horrible y me acabaron echando. Sin embargo, yo siempre me acuerdo más del ascenso, de lo bueno».

Para José Luis Mendilibar, aquella etapa positiva en el Real Valladolid tiene algunos paralelismos con el éxito que está logrando ahora en la élite con el Eibar. «En Osasuna también sucedió algo parecido, con dos años muy buenos. He tenido suerte, lo que pasa es que no he sabido marcharme de los equipos en los momentos buenos. Estoy a gusto y pienso ¿por qué me voy a ir, si estoy bien? Pero, sabiendo como es el fútbol, a veces hay que hacerlo, incluso estando a gusto».

El 'abuelete' Alberto, sin hielo

Mendilibar sometía (y sigue sometiendo) a sus jugadores a sesiones de crioterapia (inmersión en agua helada) para acelerar la recuperación muscular. En la temporada 2006-2007, el portero Alberto López tuvo problemas. «Nunca lo había hecho en la Real Sociedad y cuando lo probé en pretemporada me puse malo. El doctor Pablo Grande dijo: ‘no puede hacerlo’. Había que escuchar a Mendi: ‘¡el abuelete este, que no aguanta el frío!’», recuerda Alberto entre risas.

«Ahora tengo a otro jugador que estuvo en el Real Valladolid y al que le sucede lo mismo», desvela Mendilibar. «A Rubén Peña le bajó mucho la tensión cuando se metió en el hielo y no lo hace en el Eibar. En plan broma, les dices de todo, que también es una forma de tener una buena relación con ellos. El que no me conoce y solo me ve en el banquillo puede pensar que estoy siempre de mala leche, pero la relación con los jugadores es muy buena y podemos hacer bromas perfectamente. El trato con ellos abarca un poco de todo».

El ya exportero Alberto López y el central Rafa López volvieron al Real Valladolid posteriormente. El primero, como entrenador de emergencia en los estertores de la pasada campaña. El segundo, para ejercer como uno de los líderes en el proyecto actual. «Yo llegué en una situación mucho más fea de la que había vivido antes, muy desagradable», relata Alberto. «Pero no fue una sorpresa. Se habían juntado muchas cosas que no funcionaban. El miedo que yo tenía, y la gente del club, era que el equipo se instalase en una relajación absoluta. Al final, estoy contento de haber ayudado a la salvación desde el banquillo. Luego, hubo una gran reestructuración, algo necesario. Pero nunca es fácil ensamblar todo eso y hacer un grupo».

«Los diez años de aquel ascenso se cumplen después de un varapalo muy gordo», apunta Rafa en referencia al humillante 6-2 encajado la pasada jornada ante el Sevilla Atlético. «El fútbol tiene estas cosas y hay que asumirlas como vienen. Pero aún quedan partidos, lo tenemos en nuestra mano y yo me pregunto: ¿por qué no soñar?».